Estaba muerto.
“ayúdame”
Tras soltar esa última palabra al
aire se había esfumado frente a sus ojos en tan solo unos instantes, si tan
solo hubiese llegado a tiempo ahora lo tendría entre sus fuertes brazos
acurrucándolo cada vez más cerca para sentir su calidez, pero ahora era el
vacio y la frialdad la que dominaba, un recordatorio de su grave error.
Arrastrándose por el frio y húmedo suelo llegó hasta la orilla de ese empinado
peñasco, aquel que poco a poco iba resquebrajándose más con el paso del tiempo,
podría caer si realizaba un movimiento en falso y semejante caída era fatal,
pero no le importaba, la vida a partir de ese momento ya no tenía sentido
alguno pues lo que una vez anheló y protegió con tanto esmero había
desaparecido dejando así su ser y su corazón en una profunda oscuridad,
rompiéndose a cada segundo por el inmenso dolor del que era víctima.
—Te lo dije Darrell, me desharía
de cualquier obstáculo en mi camino— le hermosa mujer de sedosos cabellos se
acercó a él para posar su fina mano en su hombro mientras ese hombre mantenía
su posición de derrota y agonía en el suelo—ahora podremos estar verdaderamente
juntos por toda la eternidad— “por toda
una vida y más allá de ésta” eran los pensamientos de la mujer, tenía que
conseguir a ese hombre a como diera lugar pues según ella estaban destinados a
estar juntos ¿el destino o simplemente para saciar su insana obsesión? Nadie
podía explicarlo con claridad.
Evitando el agarre, el hombre se
apartó de ella como si su tacto emanara un millón de llamas y éstas le quemaran
con solo tacarlo. No podía soportar que un ser tan vil y asqueroso como aquel
le pusiese una mano encima, sobre todo no después de lo que había hecho, eso
era algo que jamás podría perdonar… la odiaba con todo su ser desde lo más
profundo de su alma y a niveles
insospechados, esta vida y la otra no le bastarían para ganar su perdón.
— ¿Por qué?— su voz sonaba
bastante rota y temblorosa, la rabia estaba comenzando a apoderarse de él y era
solo cuestión de tiempo para que arremetiera contra ella para arrojarla por
aquel precipicio, la idea era bastante tentadora, darle el mismo destino que a
su víctima—¡no tenias derecho él no te hizo nada! Isabella ¿Por qué?—
Así que aun estando él en las
malditas profundidades de ese turbulento mar, permanecía arraigado en los pensamientos
de ese hombre ¿acaso ella no era la única que usaba algún tipo de magia
demoniaca? Si así fuese el caso entonces la solución era bastante fácil, usar
un simple encantamiento y tener la voluntad de ese hombre frente a ella,
someterle a sus más bajos deseos y caprichos, obligándolo a adorarla por toda
la eternidad, tal como lo hacía con ese maldito aun después de haberlo
asesinado hacía unos minutos atrás.
—No lo entiendes Darrell, él no
era más que un obstáculo entre nosotros, esa era la única manera de librarnos
de él, con su muerte ahora eres libre de su control, de ese maldito maleficio
al que te condenó desde el día que llegó a este lugar—Isabella era una hermosa
y voluptuosa mujer, con un toque de ingenuidad que la hacía bastante peligrosa,
pero eso no era todo, ella no era una mujer cualquiera a la que se le podría
engañar pues el hacerlo los costos eran elevados.
Darrell Blake, un hombre joven de
rasgos hermosos y masculina voz, el sueño de cualquier mujer que posara su
mirada en él, pero para su desgracia fue exactamente lo que había pasado con
Isabella. No podía negar que era realmente hermosa, cualquiera diría
exactamente lo mismo, pero él no formaba parte de ese grupo exclusivo que
seguía y adoraba a esa mujer, volviéndolos locos con solo regalarles una
mirada, cayendo enamorados de ella, claro que no, eso no era natural y él sabía
el por qué, ella era una bruja, una criatura de Satán que practicaba las artes
oscuras condenando su alma a lo más profundo del averno.
—Entiéndelo tú Isabella, no te
amo y jamás lo haré… no podrás hacer que cambie de idea por el simple hecho de
matar a Adrian, al hacer eso te has ganado todo mi desprecio al arrebatarme lo
más preciado que tenia y preferiría estar muerto antes de entregar mi alma a
una sucia criatura como tú— con paso decidido se acercó a ella con la intención
de empujarla por aquella pendiente y así poner fin a su insulsa existencia,
pero todo lo contrario a lo que esperaba, las cosas no salieron como él
esperaba.
Su cuerpo no respondía a sus
mandatos, inerte por algún tipo de atadura invisible, “indefenso” era la
palabra adecuada para describir su situación tal como una presa frente a su
depredador ¿Cómo había llegado a semejante situación? Ni él mismo lo sabia pero
solo le reconfortaba que pronto pudiera reunirse con él, con adrian ¡pobre
iluso!
—Estoy muy decepcionada de ti
Darrell, no podré perdonarte fácilmente esta vez ¿sabes? Debo castigarte de
algún modo…— la mujer asumió una pose pensativa mientras observaba a Darrell
luchando con todas sus fuerzas por liberarse de su prisión, siendo sus intentos
un completo fracaso, pero de pronto una idea cruzó por su malévola cabeza
¡claro como no lo pensó antes! Si el chico no podía amarla como ella quería por
amar a aquél hombre, entonces lo complacería, podría pensar en él cuanto
quisiera pero jamás se reunirían, nunca— bien esto será simple… pero seré
piadosa contigo, tu castigo será no morir… te convertirás en aquello que
reniegas con todas tus fuerzas, viviendo por toda la eternidad entre la delgada
línea de la vida y la muerte condenado a permanecer entre los vivos y no morir,
recordando así al amor perdido y añorando su presencia sin la posibilidad de
reunirte con él en la otra vida—
Las fuerzas comenzaron a
abandonarle volviendo así su cuerpo en un objeto pesado, no podía distinguir
con claridad lo que aquella criatura profería y solo los ojos de satisfacción
le indicaban que no se trataba de nada bueno, nada que viniese de ella lo era.
Sin poder tomar el control de su cuerpo se vio lo bastante cerca de la mujer
mientras ella acercaba su rostro al suyo, los susurros eran cada vez más,
palabras inentendibles brotaban de sus labios mientras que de su pronunciado
escote sacaba un diminuto frasco y se bebía el dudoso contenido -o al menos eso
era lo que aparentaba- Darrell pudo sentir en sus propios labios un sabor por
demás desagradable que poco a poco se adentraba más y más, tomándose aquel
liquido espeso de los labios de Isabella. Eso claramente no era un simple beso,
estaba dándole de beber algo y por desgracia en esos momentos no podía hacer
más que tragárselo en contra de su voluntad.
—Es una lástima que las cosas
terminaran así, todo podría haber sido diferente si no te hubieses encaprichado
con él, dejándome a mí en el abandono, pero ahora tendrás mucho tiempo para
reconsiderar eso y yo estaré esperándote— Isabella se limpió los labios,
mirando de manera intensa a Darrell que era incapaz de reprocharle aquello—solo
falta un pequeño detalle y espero no te lo tomes demasiado personal—sin mucho esfuerzo
empujó al chico por el acantilado.
Estaba cayendo, el frío aire que
golpeaba su rostro era una clara señal de su abrupta precipitación hacia el
suelo -si es que había uno ahí abajo- con un sonido sordo golpeó la dura roca
del fondo, cuarteando el suelo y levantando una nube de polvo.
Sorprendentemente no podía sentir dolor alguno, abrió los ojos para darse
cuenta que estaba vivo a pesar de las heridas y la sangre que brotaba de éstas
¿Cómo era posible aquello? Pero algo había cambiado, ya no se sentía el mismo
que antes, a duras penas pudo levantar la mano solo para notar que las heridas
comenzaban a cerrarse mientras una inmensa sed le pedía ser saciada por algo
más que simple agua o vino… quería aquel liquido carmín, sangre. La debilidad
comenzó a apoderarse de él para enseguida cerrar los ojos y caer en la oscuridad de la noche.
El tiempo perdió todo sentido, no
sabía dónde estaba, ni cuanto permaneció en la inconsciencia. Poco a poco la
vista comenzó a esclarecerse y pudo notar quien estaba con él, mirándola desde
lo que parecia ser el suelo, casi como si estuviese recostado en algún lugar, Darrell
pudo notar que se trataba de Isabella quien le sonreía desde su posición, sin
embargo después todo fue tornándose más tenue, la claridad fue reemplazada por
las sombras, como si una puerta o cualquier otra cosa estuviese siendo cerrada
tan lentamente disfrutando de cada segundo. Y así era, la mujer estaba realizando semejante acción, encerrando
de una vez por todas en una caja fúnebre al hombre que había osado negarse en
convertirse en su amante, disfrutando de la cara de confusión y terror de éste
mientras era sumido en un profundo negro del que no podría escapar a menos que
ella así lo quisiera. Podía estar ahí por años e incluso siglos, pero no importaba
ya, ella le había dado el regalo más preciado que pudiese ofrecerle… la
inmortalidad y eterna juventud, ella una bruja, había dado a un simple humano
la condición de ser un muerto viviente, una criatura que vivía a las sombras,
resguardándose en la oscuridad de su corazón y que se regocijaría con solo
beber ese maravilloso elixir carmín, él ahora era una vampiro, una criatura de
la noche y un subordinado más de Satán, tal como lo era ella.